Reseña: 15 años en la calle



15 años en la calle. Obra completa

Miguel Fuster

Chula ink. 2016






En un hotel de mil estrellas,
con mil recuerdos de única compañía,
el mundo está lleno de fantasmas
durmiendo en la calle,
cerca de tu casa.
El mundo está lleno de fantasmas
durmiendo en la calle...
La noche está llena de tristeza
durmiendo en la calle
cerca de mi casa.
Andres Calamaro. “En un hotel de 1000 estrellas”


Me llamo Miquel Fuster. Soy profesional del cómic y pintor y he pasado 15 años de mi vida en la calle. Quiero volver a ganarme la vida pintando y espero que este blog me ayude a ello. Estas son las palabras con las que Miguel Fuster se presenta en su blog (miquelfuster.com), en el que sigue ofreciendo ocasionales trabajos del mismo tipo que los ofrecidos en sus libros, además de una labor de difusión de la problemática de las personas que hoy en día siguen llenando nuestras calles, sin ningún otro sitio en el que vivir.
Miguel 15 años en la calle, Llorarás cuando nadie te vea y Barcelona sin mí son tres libros realizados por Miguel Fuster acerca de la década y media que se pasó viviendo en la calle, y que fueron editados por la extinta editorial Glenat entre 2012 y 2012. Tres libros que son los que han sido recopilados en un solo volumen por la editorial Chula ink.
Miguel Fuster pertenece a una generación que inició su carrera en el mundo de la historieta de la mano de los estudios que creaban las agencias y las editoriales para realizar material para publicaciones foráneas. Su dominio del dibujo y su estilo limpio, de trazo amable, hizo que se especializase en historietas de corte romántico. De regreso de su infierno personal, con la ayuda de los activistas de la Arrels Fundació, retomaría la actividad en el mencionado 2010 realizando la trilogía basada en su propia experiencia y volviendo también a los campos de la ilustración y la pintura
El libro narra en primera persona la experiencia de Miguel viviendo en la calle, presa del alcoholismo, padeciendo la indiferencia, cuando no el maltrato, por parte de sus congéneres; también alguna ocasional ayuda, como la mencionada de activistas de la Arrels Fundació, cuyo interés por ayudarle le dio fuerzas para decidirse no solo a reconducir su vida, sino también a plasmar después todas sus experiencias en el papel. La obra alterna historias breves en cómic, con otras narradas en prosa y acompañadas de ilustraciones, en las que Miguel relata en primera persona diversos episodios de su experiencia. El resultado es conmovedor, sobrecogedor por momentos, y con chispas de solidaridad en alguna ocasión; las menos. Los años, las penurias, el alcohol, no han acabado con el talento de Fuster, que resuelve la obra con un estilo gráfico abigarrado, lleno de líneas que describen un mundo turbio, oscuro, enmarañado, en el que apenas penetra la luz, ya sea la del sol o la de la esperanza.


15 años en la calle conforma una trilogía tan desgarradora como de obligada lectura para toda persona con un mínimo de sensibilidad social. Y no es una lectura fácil, aviso ya. Es una de esas obras que te encoge el corazón, una lectura dura, sin concesiones, un ejercicio doloroso, pero que no por ello debe abandonarse. Mirar para otro lado no es la solución. Si acaso, es lo más cómodo, lo más fácil, lo que menos duele y, también, lo más cobarde.
Recuerdo que hace no mucho, un diario de tirada nacional que no se cansa de hacer el ridículo y dar vergüenza ajena cada día (por si necesitan más datos: el que se dedica a borrar fotos de manifestantes con photoshop) publicaba una suerte de listado de las más mejores novelas gráficas autóctonas de lo que llevamos de nuevo siglo. Dejando aparte el resultado del artificio periodístico, aquello me hizo pensar (como gimnasia mental, nada más) sobre cuál pensaba yo que era nuestra novela gráfica más “relevante” de lo que llevamos de nuevo milenio y (ya lo estarán adivinado) la conclusión a la que llegué es que, para mí, ese puesto se lo debo asignar a este 15 años en la calle de Miguel Fuster por muchos motivos; por su calidad intrínseca, por valor testimonial, por dar voz a quien no la tiene…, pero sobre todo porque es una obra necesaria.

Norman Fernández


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